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Cuba + Venezuela: Moros con Cristianos y Tajadas Fritas

​Ya ha pasado casi una luna desde que regresé de Cuba. ¿Regresar a dónde? ¿Acaso se puede regresar al mismo sitio del que partiste habiendo estado en esa Isla?

No sé si tengo más ganas de seguir contándoles a mis nuevos amigos cubanos de Venezuela o, en cambio, de sorprender a mis viejos amigos “venecos” con los cuentos de Cuba. Tengo muchas ganas de ambos. Y de mezclarlo todo.

25.000 asesinados sin identificación y una Miss. Venezuela con demasiado nombre. Es ése el Feliz Año que recibe mi país, Venezuela, en el 2014. Una bofetada reiterativa y monstruosa desde hace más tiempo del que puedo recordar.

Abro mi facebook todas las mañanas para sentir las diferentes realidades y ubicaciones de mis sopotocientos amigos. Las Cataratas del Niágara se congelan en Canadá, sacan a un calamar gigante presuntamente radioactivo en California, rumoran que los shampoo de bebitos Johnson & Johnson son cancerígenos en India, postean 17 nuevas selfies de nenas sexys wannabe en cualquier parte del mundo (incluyéndome).

Y mientras tanto, en Venezuela, Nicolás Maduro y Capriles Radonski se dan la mano como si ello pudiera ser una inyección intravenosa contra el panic attack que todos los venezolanos postean con las llagas vivas de 25.000 asesinatos en el 2013. Hace menos de un mes Barack Obama y Fidel Castro hicieron lo mismo para asombro de toda la comunidad mundial.

¿Y eso qué significa? Me pregunto. El gesto me recuerda más a ese capítulo de novela en el que la novia ingenua encuentra a su amado en brazos de otra y éste responde como un ritual: “Esto no es lo que parece mi amor”.

Lo que en realidad preocupa, es que en este mundo egoísta todos los hechos pueden ser usados en tu contra… o en beneficio de cualquiera… Y ya no sé qué es peor. Pues de repente Mónica Spears, mu marido y su pobre hija empiezan a convertirse en el arma letal contra la perversidad del #castrocomunismo inoculado en Venezuela por los 7 jinetes del Apocalipsis del Neoliberalismo Salvaje. Y todo se mezcla. Todos empezamos a ser los mismos. Usamos hasta lo más sagrado para beneficio propio.

En los cubanos, por el contrario, encontré algo genuinamente distinto. Encontré una esperanza inocente y una solidaridad que me habló del socialismo que soñaron los idealistas. En Cuba, si una pareja vive en un apartamento de una habitación, pero hay una amiga que no tiene donde vivir, la amiga vive en la habitación con la pareja, porque la sala no tiene aire acondicionado. Acótese que hasta hace poco en Cuba estaba prohibido rentar una casa y que hoy los alquileres son prohibitivos para los cubanos.

En Venezuela, no le alquilaríamos un apartamento que nos sobra a alguien que lo necesita por miedo a que nos lo quiten, nos lo expropien, se lo queden. En Cuba, alquilé una habitación en casa de una familia habanera. Cuando les comenté que mi presupuesto era muy ajustado, no dudaron en ofrecerme una habitación más barata y comer con ellos sin ningún costo.

En Venezuela, uno ya no sabe si los altísimos precios son a causa de la usura, de los altos precios de la vida, de la doble economía o de la falta de políticas económicas eficientes. Y todo se mezcla. Quizá es mucho de todo. Con esto, espero que no interpreten que ahora soy una traidora #castrocomunista, disidente de la digna y honrada escualidez burguesa venezolana, porque como les digo una cosa, les digo la otra.

En Cuba, cuando la gente habla mal del gobierno (si habla) lo hace bajito y puertas adentro. Y el nombre del Comandante ni se menciona. De hecho se le disculpa como a un hijo impulsivo e inocente, porque “tuvo sus desaciertos en cuanto a la economía de Estado”.

En Venezuela “caceroleamos” y salimos a la calle de a millones, de un lado y de otro, a defender lo que pensamos que por derecho nos pertenece. El problema de tanta protesta es que en Venezuela algunos no están conscientes de que no necesitan todo lo que, en teoría, les pertenece. La palabra compartir nos la borraron del diccionario. Y no ha sido este gobierno ni su Revolución el que la haya vuelto a incluir en nuestro léxico.

En Cuba, hasta hace muy poco, la gente tenía prohibido salir a ver el mundo, tenía prohibido pensar en contra, tenía prohibido el acceso a la información. En Cuba, los que tienen acceso a internet son muy afortunados. Hace algún tiempo, a fuerza de hambre, el Estado se vio obligado a abrir sus fronteras. Pero eso no importa. Un profesional gana alrededor de US$ 30 mensuales, con lo que tiene asegurada una muy básica subsistencia: sí como no, comida, salud, educación.

Pero imposible ahorrar para hacer un viaje de mochilero, como para que uno “vea el mundo y se le abra la cabeza”. Al Estado no le interesa que se te abra la cabeza ni por equivocación.

En Venezuela, por el contrario, te ofrecen incentivos para que te largues. Si eres estudiado o deseas estudiar mejor. Le agradezco mucho al Estado venezolano su magnanimidad. Pero no soy ingenua. A este gobierno le conviene, y lo sabemos, tener a sus jóvenes pensadores lejos, mientras más lejos mejor. Porque somos inteligentes y nunca seremos sumisos. No nacimos en revolución.

En Cuba, como seguramente en todas partes del mundo, SI hay diferencias y clases sociales. Y claro está, hay gente que tiene dinero. Pero la mayoría luce austera y sin falsas poses.

E N V E N E Z U E L A.

Hace dos años llevé a mi novio argentino por la misma carretera que asesinaron a la Miss. Estaba tan abandonada y oscura como lo debe estar ahora. Lucía claramente como la boca del lobo de la Historia sin Fin. En el retorno nos agarró un trancón. No había paso para ir, ni para venir. Eran 50 mujeres y sus hijos exigiendo la presencia del mismísimo Comandante Chávez, pues no les habían construido los cien ranchitos prometidos en la última elección.

Después de tres horas, cuando llegó la Guardia y disipó la tranca en tres sablazos, logramos pasar. Del otro lado, a tres pasos de las mujeres sucias y enchancletadas, una fila de camionetas ultimo modelo. La Montero, La Toyota y la Hummer, ésta última con televisor y Playstation incluído, como para que los nenes no jodan durante la espera.

Mi novio rubio, que no había dicho ni una palabra miedoso de que nos cogiera la noche en la carretera (y con razón), de repente dijo: “Cómo no va a haber violencia en este país, si al lado de estos pobres avechuchos hambrientos, están estos pavoreales exhibiendo sus lujosas plumas”. Con esto no deseo ni por equivocación excusar a los asesinos que andan sueltos en Venezuela. Es sólo mi agudo interés por entender la genealogía de las cosas.

De vuelta en Cuba, caminaba medio desnuda por las calles. Con mi blusita de seda, mis zapatillas converse y mi cámara de dos mil dólares. Los cubanos me hablaban en italiano, francés y/o portugués ofreciéndome lo que sea: habanos, taxis, negros bien dotados, habitaciones baratas… y pidiéndome insistentemente cosas aún más absurdas: bolígrafos, alguna ropita, cuadernos, jabón para bañarse.

No sé quien estaba más sorprendido. Si ellos cuando yo les hablaba en español y les decía que era venezolana, que pararan de hablarme en idiomas raros; o yo, porque ellos sabían cuatro idiomas más de los que yo hablo. Ellos olían mi paranoia. Y me decían: “No te preocupes, mi reina. Aquí nada te va a pasar. Si tú gritas y llega la policía, yo no veo el sol más nunca en la vida, eso te lo aseguro”. Diría muchas cosas más, pero los aburriría y no seguirían leyendo. Así que me veo obligada a darles un par de conclusiones.

En Venezuela, no hay ningún socialismo ni marxista, ni comunista, ni del siglo XXI. No lo hay, sobre todo porque su gente no quiere compartir, ni los de arriba ni los de abajo, ni los de izquierda ni los de derecha. Lo que quiere la mayoría de la gente en Venezuela es quitarle al otro lo que él no tiene y llenarse los bolsillos de cadenas de oro. Ya sea a través de la violencia, la viveza criolla o la corrupción. Vivir como estrellas de Hollywood y cagarse bien en el que está al lado. Esa es la violencia más dramática de mi país.

Esa violencia se manifiesta en corrupción, asesinatos, delincuencia, drogas, tetas de plástico, esnobismo… pobreza de espíritu que llaman pues. Y eso se inventó antes que cualquier partido político. De nuevo, no quiero excusar a los gobiernos negligentes de sus responsabilidades. El tema es que, de gobiernos negligentes, Venezuela y Cuba tienen una lista larga sin excepciones. Los malos y los peores los llaman.

En Cuba, en vez, hay un socialismo arraigado en la gente. Comparten lo que tienen, aunque eso sea poco. Te respetan aunque pienses diferente (o no te dicen que eres un idiota aunque lo piensen). Al menos te escuchan si les manifiestas una realidad distinta a la que conocen. Pero ese socialismo los mató de hambre. No sé si Fidel pensaba alimentar a su población con los libros de Marx y Lenín.

Claramente, Fidel no pensó que era conveniente solidificar su economía, sembrar diversos alimentos, crear industria, construir infraestructura, incentivar a las pequeñas empresas. Pensó, como lo piensan todos los grandes egópatas de la historia que la solución era concentrar el poder. Alejandro Magno, Napoleón Bonaparte, Adolf Hitler todos cayeron al considerarse invencibles.

Pero la quiebra económica de Cuba es evidente en sus calles. Los edificios de Centro Habana se caen a pedazos. La gente camina por el medio de la vía por miedo a que los aplaste un balcón que se derrumbe. En el pasado se mantuvieron gracias a una URSS que aportaba lo que ellos no producían, pero la URSS ya no existe. Y ahora sobreviven gracias al petróleo venezolano.

¿Qué pasará con Cuba el día que Venezuela no pueda mandar más petróleo y los cubanos tengan que salir del ala de su padre sobre protector? Y eso pasará, sencillamente porque Venezuela camina en la cuerda floja.

Aunque el Estado cubano ya ha comprendido que soportar su sistema por más tiempo le será imposible y poco a poco empieza a abrirse de piernas a la sociedad de consumo. Inmensos resorts en manos de extranjeros, tiendas de marca gringa, supermercados improvisados con aire acondicionado. Pequeños detalles para evitar que el turista extrañe demasiado su sistema y entre en el colapso de la incomprensión.

Pero es jodido, por momentos todo resulta tan confuso y distinto que te sientes al borde del pánico. Me pasó a mi que vengo del rock n’ roll caraqueño, le pasó a un irlandés que cambió su pasaje y volvió a su país en cinco días, le pasó a Bertín Orborne que le dejó la mano extendida a Fidel a un día del histórico evento.

Cuando les hablaba a mis amigos cubanos sobre Venezuela, siempre había un dejo irónico en mis palabras. Hasta el momento en que una de ellas asomó llanto en sus lindos ojos. ¿Llora porque sabe que en cualquier momento se les viene la Inmunda? Me respondió que tenían la esperanza que con la Revolución Chavista las cosas empezaran a ser diferentes. Me dio profunda tristeza.

E S L O M I S M O , P E R O D I F E R E N T E .

Mi familia, que en 1998 votó por Chávez, también pensó que sería diferente. Y claramente lo ha sido. Ha sido diferente, pero no mejor. Hoy no dejan de hablar pestes de la Robolución. No ha sido mejor, pero nadie -ni chavistas ni antichavistas- queremos volver al pasado.

Yo no creo en el socialismo del Siglo XXI que se inventó Chávez y que sus esbirros deformaron para llenarse los bolsillos, pero no quiero nada con el neoliberalismo salvaje que saquea nuestras materias primas y esclaviza nuestra mano de obra. Prefiero ser vene-argenta-cubana un millón de veces, que anglo-europea ciudadana de segunda re-encauchada.

Quiero pensar por mi misma y que nadie me diga cómo hacerlo bajo etiquetas que nublen la hermosa variedad de mis colores. Quiero aplaudir sin miedo los aciertos de mis enemigos. Y batallarlos con fuerza cuando se quieran pasar de vivos. Y no creo que exista en este momento de la historia un modelo socio-político-económico que agrupe las cosas que necesita nuestra sociedad, ni en Venezuela, ni en Cuba, ni en USA, ni en Europa, ni en Asia.

Habrá que preguntarle a los noruegos, daneses e islandeses, pobres que están muertos de frío, qué carajo hicieron para sacar a flote sus sociedades sin cagar a los vecinos.

¿Existe un socialismo en algún país de este planeta que no sea corrupto, dictatorial y represivo? ¿Existe un capitalismo en algún rincón que no sea injusto, ventajista y esclavizador? Creo que no. Creo que estamos en frente de un terreno fértil para crear algo nuevo. Y sé que hay mentes que ya se lo están imaginando.

Mientras tanto, Cuba y Venezuela son dos pequeños países de Latinoamérica con sus pequeños y grandes problemas. En Norteamérica sienten en carne propia los efectos del cambio climático, en Europa se quejan del desempleo, en Japón se preparan para el próximo Tsunami radioactivo, en Palestina se matan por un pedacito de desierto y en África lapidan mujeres con personalidad.

Pero para mi el meollo del asunto no es ése. Para mí el problema es que en cada país del planeta, de cualquier credo, política o raza… la gente no se levanta cada mañana con el firme propósito de aliviar los problemas del mundo, de su país, de su comunidad, sino que se levanta para conseguir más y más dinero, tanto como pueda. Y le deja toda la solución de sus problemas a los Estados paternalistas que con nuestra poca participación se agrandan de poder.

Ésa fue precisamente, la duda que los cubanos (y no su gobierno ojo), con su realidad y su actitud, me sembraron. ¿Qué haría con mi vida si el dinero no importara? ¿Qué haríamos en Venezuela? ¿Qué harían en Cuba? ¿Qué harían las sociedades? ¿nos asesinaríamos por plata y por odio? ¿Existiría la envidia y la codicia? ¿Existirían las teorías socio-económicas que dividen al mundo? ¿Qué harían los gobiernos? ¿Cómo distribuirían las riquezas? ¿Existirían los Estados y las fronteras? ¿Necesitaríamos cuerpos de represión? ¿Iríamos a trabajar para vender cosas inútiles de empresas multinacionales? ¿Cagaríamos al otro?

Sé que mi reflexión puede ser un poco ignorante, ingenua, idealista. Pero para mí es un punto de partida que me da la posibilidad de imaginarme que las cosas pueden ser diferentes, realmente diferentes… como nunca antes han sido, y espero que mejor.

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